Pasan y pasan desabridos los días,
no tiene cordura el viento,ni el tiempo, ni el silencio,
corren impúdicos ataques de recuerdos
que deshojan el árbol de la calma.
Desazón de vida en el espejo,
no hay cura para un mal inexistente,
para presión de pensamientos inmortales
que enmudecen la razón.
Presuntuosa locura, absurda y absoluta,
definición de desvarío encontrada
en el diccionario de mis mañanas,
posada en lo tenue de cada una de mis almohadas.
Vehemencia provocada por el ridículo silencio,
por la breve luz de alto
que se posa ante un cuerpo inerte,
ante un corazón sin sangre.
Desenlaces perfectos que nunca se cumplen,
advertencias, de la vida,
que dentro de mi se pudren,
ojos rojos, miradas frías, piernas cerradas y las mentes vacías...