Bella flor silvestre
que naces en cualquier lugar
y casi nadie en ti repara
por tu eterna simplicidad.
Nadie inspiró tu perfume
ni te bautizó como a las demás,
sólo Dios sabe tu nombre
y solitaria crecerás.
Esbelto chopo de la ribera
de verde frondosidad,
vivir libre como tú quisiera
bajo el palio crepuscular.
Río de mi pueblo que desciendes
desde tu nacimiento hasta el mar
entre verdes juncos y matorrales,
¿quién te indicó el camino
para tu cometido lograr?
Y ese sol que juguetón te dora,
que te acompaña en tu caminar,
se esconde entre la zarza y la mora
para tu cantarina voz escuchar.
Ave que cruzas el firmamento,
que sólo tú sabes a donde vas,
¡ay! si yo pudiera subir tan alto
y un mundo nuevo contemplar.
Un mundo que se mueve
con heridas de mil colores,
pero también existen amores,
luciérnagas y muchas flores.
Y los ojos contemplando se me llenan
de nubes, cielo, tierra y mar,
y mi pensamiento flota en el aire
cual paloma mensajera de la paz.
Fina