Sin salir del imaginario,
el oro candente no matutino
ocultaba su brillo
y despachaba poco a poco
libre aparente del paraiso
para así el lacteo astral
brote con reflejo acromático
de oscuridad nula
proveniente del dorado.
No se infiere si es de papel,
plástico o textil,
soportar ante el verde alimento de alimentos,
en esencia, para eso ha de servir.
Extendidas tus prendas,
aguardando abandonarte
alejan su pureza,
se acercan de certeza
que su profundo herbe
al son de candero caliente.
Calma superior sostiene
un penante en el estigia.
Mi Hyde interno,
aunque sin siniestro,
apodera mi cuerpo,
y ante ella ansioso me encuentro.
Princesa tal no hay
faccion similar no habrá
pasión y entrega total,
no es necesario comparar,
tal es la certeza
que no dudo en aseverar.
Poder abordarla es mi deber,
querer soportarla, mi poder.
Amarla y cuidarla, sin volver
a caer en tentasión de dudar
¡eso es!
No describir qué ocurrio pretendo,
pues el oro candente
a poco se enciende
he de pensar un sustento
para no abandonar,
en ningún momento
el imaginario, que llevo dentro.
Dorado y verde,
perfecto se extiende
el brillo sagrado
del dios permanente.
Mi Hyde interno,
aunque sin siniestro,
apodera mi cuerpo,
y ante ella ansioso me encuentro,
aunque perdedor me siento.
Princesa tal no hay
faccion similar no habrá
pasión y entrega total,
no es necesario comparar,
tal es la certeza
que no dudo en aseverar.