Sentado frente a una hoja en blanco,
¡te vi! ahí estaba tu rostro; pulcro/
en ese momento, decidí a trazar
sobre ella -de amor unas notas-.
Sin cuidado tome la pluma y derrame
del tintero una gota, que borró tu imagen/
¡el silencio! me embargó por completo,
no sabía qué hacer te había perdido.
No de mi vida; pero si de aquella página/
que comenzaba a escribir, todo se nubló
-rodaron lágrimas- inherentes y frías,
que empaparon el papel sin vida…
El enojo era tal; que tome la hoja,
la hice añicos y la arroje sobre el piso/
pero al verla esparcida por todo el lugar,
levante cada trozo e intenté unirla de nuevo.
Usando de adhesivo; mí sangre,
¡vi! como se transformaba de nuevo tu rostro,
me sentí cual médico de la vida/
más seguía junto a ti…la mancha de tinta.