ADIOS A UN CLAVEL DORMIDO
Las cosas mastican tu nombre
con sus dientes de silencio y polvo,
el tiempo increpa los vacios de tu ausencia,
los viejos muros pendulan antisísmicos,
las polillas apedrean el cuello
del traje de madera que te llevaste.
La soledad se quedó sola sin ti;
Las palomas ya no cantan;
Los vecinos murmuran entre lágrimas y risas.
La mulata de fuego
-amor de todos, corazón de nadie-
te llora en silencio.
La nada te sorprendió vacío
y solo “sin haber hecho lo suficiente”.
Tus libros hablan solos;
la radio murmura indicios de progreso;
la vida se te escapó,
la muerte no perdona a nadie.
Nueve décadas y media de rascarte el corazón
con las manos secas de amor.
Noventa y seis otoños de ceniza,
caídos sobre tu cabeza blanca.
SILVIAKARL