El verso se derrite
entre metáforas locas,
es allí cuando existe
porque todo trastoca.
Es ese mundo que esboza
lo absurdo e inimaginable,
donde brilla con donaire
con belleza propia;
porque se desglosa
en sintáctico engranaje.
El verso se sigue derritiendo
fundiéndose gota a gota,
brotando y floreciendo
como en los labios la copla;
y es que el verso pernocta
en rincones de cuadernos,
y se va haciendo eterno
en cada trazo que brota,
y cual viento nos azota
como lluvia de invierno.
Autor: Alejandro J. Díaz Valero
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