Confidencias entre mi alma y yo.
Dime alma mía…
¿Por qué luces tan empalidecida?
Parecieras estar de tristeza bañada hoy.
Has cerrado las ventanas de tus ojos
y pareces deshojarte como una flor.
Tiemblas y no hace frío…
tus lágrimas caen sin pausas
y se desbasta tu respiración.
Cuéntame, no temas,
deja fluir lo que provoca tu nostalgia,
desahógate,
yo sabré comprender tu dolor.
¿No deseas dialogar?
Entonces calla, calla alma mía.
Ven, aquí está mi regazo,
déjame refugiarte en mis brazos,
siente de mi pecho su calor.
¿Sabes?
Esa tristeza que ahora te embarga,
porque aun sin decírmelo,
yo lo sé, sufres, sufres alma mía
y se apaga en ti el fervor.
Esa angustia alma mía,
se dormirá en un rincón,
se cubrirá con rayos de luna,
para que cuando despierte,
(por si llegara a despertar un día)
abra sus ojos con ilusión
y sonría lozanamente,
olvidando este momento de dolor.
No temas alma mía, no sufras,
que tu sufrimiento es también mi dolor,
aprendamos de ellos, mira,
escucha… como cantan los niños,
olvidados de la mano de Dios,
ellos sufren alma mía,
pero con una sonrisa matan,
el padecer de su interior.
Mañana alma mía,
veremos ambas amanecer el sol,
azules mariposas
revolotearan a nuestro alrededor.
El aura, iluminará nuestro corazón,
las avecillas cantarán bellas melodías
y volveremos a respirar el aroma
de los bosques en flor.
No sufras alma mía...
Que tu sufrimiento es también mi dolor.
Liel