Y la vida se abre paso entre todas las sombras
a codazos y empujones si esto es necesario.
Se agazapa, salta y entra en el momento inequívoco
para tomarnos los ojos y besar nuestros labios.
Y la vida no entiende de individuos odiosos,
egoístas y estúpidos que planean sus días.
Sus espaldas pesadas se desploman y ceden
ante el peso glorioso de la nueva semilla.
Y la vida hace entrada majestuosa, soberbia,
empapándolo todo con su vino de reyes.
Si no somos primeros, mucho menos los últimos.
No podremos nosotros derogarle sus leyes.