El ocaso llega sobre el trigo llameante,
la noche es montaña sobre el campo;
es mi corazón un pétalo de piedra,
en los pies traigo un río de silencio.
¿Qué puerta cerrada con llave de tristeza?
Préndete llama de la luna,
que mi rostro quiere sentir tu niebla,
mientras ruedan solitarias mis pupilas
y sonríe una mariposa en mi garganta.
Siento muda la nostalgia, y es la tierra
libro abierto con las página sepultadas.
¿Quién pinta de azul las pestañas del rio?
Quizás también tracen, en lienzo oscuro,
mi pensamiento.
Háblame corredor viento, llega tu hora
de respirar en los pinos y desvestir
los senderos. Si ves mi sombra muéstrale
la travesía del otoño anochecido.
Si ves mis huesos, recógelos en tu regazo.