El vaivén de tu vestido,
ocupa el espacio impredecible de los ojos,
que siguen con especial encanto, tu fisonomía celestial.
Engullen multicolores reflejos de la convergencia concentrada en ti.
Tu, mujer,
te expresas, escandalosamente hermosa,
para disfrutarte en los juegos prohibidos del amor.
Caminas,
como si gusanos de seda, acariciaran tus pies desnudos,
dueña del mundo, de la naturaleza femenina,
que te dio, benevolentemente, el Señor.