ULISES CAPELO

Remembranzas del olvido

- Acacias de color helado
presenciaron lo divino;
erguidas desde su tallo
a erguidos cuerpos dolidos
que divagaban en la bruma
de olorosa, opaca alcoba
embarrada de un placer carnal.
 
Si..! allá..! hasta afuera
llegaron las vibraciones
de voces de total entrega
y roces de maldiciones;
se estatificaron las acacias
al radón de la locura
para quedarnos con lo temido.
 
- Inerte el mundo al ruido
entre balanceos de fusión
contempló aquello que quiso,
y fue vulgar aberración;
mas dos singulares conciencias
dialogaron en variada cópula
de amor, delirio e inmortalidad.
 
- Nadie intentó aceptar
un amor de fiel lujuria;
aquel respeto y amistad
se rompió en la penumbra
de la seducción recíproca,
cíclica interpretación
de bestiales instintos profanados.
 
Cual ha sido el pecado
de mortal pena y castigo,
amar desde el pasado
o en la inocencia de un niño
a una mujer como cualquiera,
distante polo en oraciones,
cercana a un maldito cuerpo.
 
- No es bien visto el hecho
que dos prohibidos se amasen,
fatal si calientan el lecho
donde sus desnudos acoplasen;
morirá al instante la vida,
no habrá movimiento alguno,
sólo fuego que todo arrasará.
 
Qué cosa pasará
al romper terrible mito?,
nada extraño cambiará
que de lo normal a lo prohibido;
me invaden locas ansias
de recorrer tu piel con mi boca;
es mío también el deseo...
vivámoslo..!
 
- A un topar de íngrosos
cuerpos desparramados,
millares de fervorosos
estigmas se borraron;
en desdoro, hecho repugnante
fue catalogado lo nuestro,
entonces el pueblo vió la destrucción.
 
- Nuestros cuerpos en emoción
excitante, yacen sin vida,
y desde la eternización
esperamos la agonía
del fuego que avanza lento,
que en carne propia llevamos
aún vivo, hasta la infinidad.
 
Maldita temeridad
que nos condenaste a la muerte,
no mendigamos caridad
porque amarse es una suerte;
una mujer prohibida,
un hombre repugnante
hacen pareja, en los campos del dolor.
 
- Quietos... ya frente al calor
empezaba a consumirse
carne roja, al fragor
de la grita que por expandirse
el deseo a la soledad
hacían quienes murmuraron
lo que pasaría, si nos condenaban a muerte.
 
Ahora creo tenerte
vida, con más ganas,
te llevaré de lo inerte
al esplendor de las acacias,
confundiremos la amargura
con el dolor y el silencio del éxtasis,
como náufragos perdidos en un mar desolado.
 
- Como refugio obligado
acogeremos a los distintos
lugares que abrigamos
con pensamientos queridos,
fingidos por la impotencia
de realizarlos frente a un público
ignorante, dueño de lo superficial.
 
- No habrá fuerza total
que cambie el destino;
vivimos en lo fatal,
exquisita función del delirio;
siento más fuerte tu vientre,
con tus besos me devoras,
la verdad... es que siempre nos amaremos...