Voy a escribir de ti, como si no hubiera ya una realidad para extinguirte.
Fue la vida Fernando, fue la vida que se apresuró a vivirnos. Fue la vida desde sus muertos la que hizo que el amor fuera el más allá de cualquier recuerdo. El más allá que se repite cuando volteamos el cadáver del tiempo. Y no hay cadáver que se entere que está vivo salvo por la levedad del amor en sus huesos. Viste, el dolor parece un holograma fluctuando en la tristeza cuando repetimos su ya desgastada monotonía.
Perdóname por rescatarte de tu amnesia, pero necesito (no es verdad, ni sé qué necesito) hablar contigo, mirar tu rostro, escuchar la última broma que le hiciste al vecino, y yo mirándote muy seria conjurar seriedad a tu boca. Tomar tu mano, acariciar el legado de sombras que dejarías en el libro cerrado que es mi vida, sostener tus dedos en los míos para despoblar de todas nuestras ciudades, los fantasmas nuestros que ya se cansan de existirnos.
Pero sobre todo, necesito, decirte que te amaba; no había soledad más transitada que nuestras almas unidas desde el vientre patrio de ausencias heredadas, no había mirada que pudiera habitarme más desde el propio vacío de su coraza. Tú eras, tú eres, no hay historia que contenga tantas pausas como la nuestra que se escribió desde el bodegón de monosílabos en novelas trágicas.
Ahora, te digo la verdad después de tanto pretexto: yo amo, he recogido de mis espinas, el rocío llovido de la salvación de nuestras tumbas. No hay más explicación y si la hubiera, no me apresuraré a revestirla de posibilidades; las dejo en los horizontes mortuorios de los rincones vedados a la muerte, vedados a la eternidad del amor...Parece contradicción pero no hay espacio mejor que - a él y a mí- nos contenga.
Hasta pronto (Adiós)