De Gaviota Romero Blandino
La luna esconde su pena, a pesar de que no es de ella.
La contagian las miradas de enamorados, contándoles sus reproches.
Han clavado sobre ella tantos ojos, desde que fuera creada.
Si ella pudiera hablar, ¡cuántas cosas nos diría!
Cuando marca su camino en el mar, no hay nada más hermoso,
y difícil de imitar.
Es la misma luna que ilumino a Jesús, a sus apóstoles, en las cumbres, las llanuras, los valles y las praderas.
¡Qué pena, que el hombre pusiera sus huellas en ella!
Y, que se quede en eso… en solamente una huella.