A. era una sicaria,
robaba corazones,
los ponía dentro de
un pequeño cofre y desde allí
extorsionaba a sus víctimas.
Estos eran deplorables
Hombres sin rostro,
malvados que habían aprovechado
de dulces y prometedoras intenciones.
Actuando cautelosamente A. para no ser
descubierta, mas cuando caían ya era tarde...
Quedaban atrapados en el cofre.
Y su condena era ver la vida
desde ahí...
Miraban como sus mujeres que
habían sido maltratadas, reahacían
su vida y eran felices
con otros señores galantes
y respetuosos, dignos como ellas.
O estaban otras solas y alegres
compartiendo con distintos animalillos...