“Debería estar la ira
Invadiendo su semblante,
Bien le haría un solo instante
Fallecer junto a su hija…
No la llora, no la siente
Mirándola por la hendija
De la puerta ahora cerrada
Donde se perdió la vida”…
Pero ¿Quién lleva la herida…
Dolorosa y permanente
Si su límite es la muerte
Y algunos mueren en vida?
¡Quiero yo heredar la herida
Sin recargo de conciencia,
Sin temer una imprudencia,
Sin caer en la mentira!
Porque digo, no es la ira
Que hurgas en su semblante
Lo que salvará el instante
Regresándoles la vida…
Porque digo, aquella herida
Es signo fiel de inocentes
Caminando entre las gentes
Y “presuntos” homicidas…
Pero, ¿Quién, el homicida
Y quienes, los inocentes
Si yo veo indiferentes
Con la mirada perdida,
A los que niegan la herida
Y por eso, nada duele?...
Ya tu ira me repele,
Lo percibo a la distancia
Esa ira huele rancia
Pero todos se acostumbran,
Y la lapida y la tumba
Llevan impreso tu nombre
Junto al de tantos hombres
Que se murieron en vida…
Donde se perdió una vida
Tras la puerta ya cerrada
¡Dime pues, ¿tienes la llave
Que pudiera liberarla?!
Dime… ¿vamos a buscarla?:
¡Donde se olvida una herida!
¡Donde la llave extraviada
Y la mirada perdida!...
¡Donde una hija es amada,
Donde la muerte, vencida!.