La arremetida
No me dejan pensar esos pájaros
que bajan de la biblia, que en el código
romano hacen sus nidos, no me dejan
pensar, llorar, son como aféresis
del verbo, del riñón, del hemisferio,
ese que azul socavo tras la veta,
ese que gris en la ciudad huele a taladro
y peca y me derroca sin soldados,
quizá con soledad de fruto fresco,
de concha original, de batucada con la luna.
No sé, yo nada sé, lo que preciso
es que estos pájaros pululan por la historia,
compiten, se disparan, venden tronos
y el pobre mercader cae a balazos,
guillotinado por la luz de un nuevo verbo,
de un tiempo sin dosel ni escapulario.
Pensar, yo sé pensar, pero preciso
que nos demos las manos ante el ruido,
que hallemos sin dolor una salida,
que en la fecundidad que el día instala
se encuentren las quimeras que estas aves
picotean y que no
pueden ser si tú no piensas,
si tú no estás conmigo mientras hago
este temblor de nubes por llamarte,
por hallarte entre los pájaros
que me roban desde el cielo tus semillas.
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14 06 13