De vez en cuando, levemente,
mis labios susurran alguna melodía
que flamea desde lo más íntimo
hasta el ventanal del olvido soñado.
Y vuela turbadora, en busca de la esencia,
entre los corazones tristes de versos
que se guardan bajo la textura del alma.
Y ensancha el pecho desnudo de estelas,
cuando vuelve a tañir el ritmo de la ausencia,
en esa soledad del viento amarrado,
abocado al beso eterno que nunca se encuentra.
Y busca el dulce refugio inventado
en la inalcanzable despedida que regresa,
porque a nadie pertenece
su contenido brote de cadencias improvisadas,
preludio del crepitar de la ternura sementera,
sin huellas polvorientas en los senderos
que desfallezcan entre las sombras imperecederas.