El amor era un río
caudaloso,
transparente,
limpio;
con esa fuerza costante y permanente,
en cuatro brazos.
El amor brillaba estrellas
en un azul intenso,
bello,
infinito,
con luceros que se miraban,
fijos:
dos dulces,
y dos enamorados.
Pero ese amor,
un día fue tormenta.
Impetuosa,
destructiva,
fría.
Y ceguera fatal
fué nuestra ira.