Mi padre, manos fuertes, generosas amplias
Sonrisa abierta, alma de niño
Me enseñó a ver la vida de frente
Y que es mejor olvidar que tener que perdonar.
Mi padre nunca se guardó un enojo.
Los lanzaba al saco del olvido
Porque ni en los archivos de su alma buena
Los almacenaba
Y así él dormía tranquilo.
Vivía la vida con sentido práctico,
Sabía de luchas con armas de amor.
Sabía de entrega, de oración diaria
Su vida, un poema de amor y de fe.
Nunca se guardo nada, él todo lo daba
Su casa era la morada para el caminante
Su alma el sitio donde amor se hallaba.
Mi padre, prodigaba tanto, era un lujo de padre
Y un gran acontecimiento era su llegada
Mi padre me amaba y yo lo adoraba.