Aunque nadie lo quisiera, es algo inevitablemente cierto.
El hecho de que todos, sin excepción alguna, tenemos enemigos.
Y no hablo de enemigos comunes, como los de las películas.
Hablo de enemigos que no tienen nombres personales.
Hablo de la avaricia, la envidia, la ambición y el orgullo.
Son estos nuestros verdaderos verdugos.
Que se camuflan fácilmente para hacernos la vida infeliz.
Así que hay que estar alerta. Atentos a sus jugadas.
Para hacerles frente de alguna manera, y asi ganarle a la desgracia.
Que cada uno libre su propia batalla.