rodulfogonzalez

LLUVIA II

 

                                                ¡Llueve, bien mío!

                                               ¡Llueve a cántaros!

Y cada gota de agua, bien mío, que derrama el cielo   con generosidad es una bendición divina.

Y la lluvia nos hace sentir niños aunque tú seas primavera y yo otoño.

Y cantamos alocadas canciones.

Y saltamos como saltarines de circo.

Y nuestras ropas, fina la tuya, ordinaria la mía,

se empapan de agua de lluvia.

Y tu vestido parece de tul.

Y parecieras estar desnuda.

¡Me gusta, bien mío, bañarme en la lluvia porque regreso a mi lejana niñez!

Y la lluvia, copiosa y cantarina, llena de agua pura

el aljibe cuasi seco de mi covacha de sueños.

Y las plantas de la montaña, casi muertas ya por la inclemente sequía,  reverdecen.

Y parece la montaña una gigantesca alfombra verde

tejida por los mil duendecillos que habitan

en la magia de la poesía.

Y los agricultores celebran la llegada de la lluvia

porque sus sembradíos no se secarán.

Y el río, escuálido por el verano quemante, recobra

su abundancia.

Y los pajarillos celebran con conciertos únicos

la visita de la lluvia.

¡Oh, lluvia bienhechora!

Heraldo de vida.