Era todo aquello que llenaba el vacío de tu ausencia
eso que me daba las fuerzas
para resistir los latigazos
que daba sobre mis costados
el encierro de un celibato elegido a voluntad.
Tu voz
era lo que mantenía en mí
una esperanza fundada en ilusiones;
lo que al cerrar mis ojos
me daba la sensación de cumplir a plenitud
la fantasía de poder recorrer lentamente
cada centímetro de tu cuerpo;
de pasearme suavemente por tu cuello
y sentir el inconfundible aroma de tu pelo.
¡Tu voz daba vida a mi vida!
Pero me quitaste esa voz
y me dejaste sin esperanzas y sin ilusiones,
Fue ahí cuando empecé a sentir la tristeza
de tener que vivir
el suicidio colectivo
de todos mis sueños.
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