1978
Te nombré en cada tarde, en cada noche,
en los días de mi soledad, y en la primavera te esperé.
Hoy llegas a mí, a retazos,
en este cansancio que quiebra la ausencia,
para llenar intermitentemente, cada uno de mis absurdos deseos.
Y ahora te guardo entre mis brazos,
como el aire que quiebra mis pulmones,
como el agua que rueda por la piel sin detenerse
como algo tangible y tierno.
Y poco a poco, con el aura del otoño quemándome los labios,
te veo partir de la misma forma que un día llegaste,
lentamente intranquila,
con un pedazo de angustia entre los dedos
y un terrible deseo de llorar