Un horizonte
Una flor envenenada
Un cayado, clavado, yerto,
encima de la pureza
de aguas drenada
del desierto
En medio,
de ninguna parte, yace un hombre
petrificado...
cayado, flor y hombre
camino, esperanza y vida
muerta en vida
pero viva, renacida
espera su turno
y engaña, mientras así duerme
al destino,
porque el mismo eligió descansar
tumbado, solo y tranquilo
contemplando el horizonte
horadando su camino
palpitando al compás
de las estrellas,
del rocío envenenado
así ha elegido
su por qué, su cuándo, su sino
su muerte dulce, y una vida
que quizás
comenzando ha sido