Si hubieras amado como muchos:
laxos, con la herida, azucarada,
sabrías qué es arder, sin consumirse,
anisados el amor y el odio juntos.
De los labios el adiós alzando vuelo
y las manos no queriendo desasirse.
A lo lejos, el viento como un látigo
plañendo a dos almas, su distancia
y sus cuerpos hondamente quedos,
menos que un eco, haciéndose suspiro.
Sentir que se acercan uno al otro
y contener fatigados el aliento
para luego de haber amado tanto,
los dos en uno… y en ninguno…
de lo que no dimos, ni tomamos,
odiarnos tanto y quedar tan solos
como un grito en el silencio.
© Derechos reservados
Propiedad intelectual Lucero Moscoso
Bogotá D. C. Colombia