rodulfogonzalez

LÈEME

 

            Hasta que tú no lees, amada inmensa, cada palabra que vierto en el solitario papel para que escapen de mi angustiada conciencia los textos poéticos o periodísticos, razones, contigo, de esa lucha de cada día, no confío en su belleza estética, capaz de encantar a lectores anónimos que nunca conoceré.

            Sé, amada única, de la inconmensurable simpatía que sientes por todo cuando escribo, aunque carezcan de valor literario y tengan la profunda herida que dejan en mi escritura la impericia ortográfica que poseo y no puedo superar, y la incoherencia, rayana en caos, de la ausencia de concordancia entre una estrofa y otra.

            No tienes el valor, amada mía, de mostrarme los errores, muchos, que subyacen en cada texto que texto que escribo para ti.

            Crees herirme, bella amada.

            Y por eso, sí, toleras mis errores escriturales.

           Y me alabas.

            Léeme, amada ideal, con espíritu crítico.

            Señala cada error, por mínimo que sea.

            Yo no me sentiré triste, amada.

            Yo no dejaré de emborronar cuartillas, amada fiel, hasta acercarme a la perfección.

            Como hacía Juan Ramón Jiménez.

            Léeme, amada consentida, como si el texto no fuera mío.

            Léeme, sí, no me complazcas, para acercarme un poquito cada día al poema exacto.