Estoy cansado de caer. De caer en un abismo oscuro y frió sin control de mis movimientos.
cayendo como una estéril roca por el acantilado de lo absurdo, de lo burdo y pagano.
Nadie puede detener la accidentada caída del alma que no para de sufrir por efímeros
recuerdos. Remedio no tiene la agonía de la infinita caída, testigo somos del infernal
fuego que con sus brasas tortura, quema y seduce la desvariada mente del que a gritos pide
la muerte pero en su vertiginoso viaje nadie escucha. Un grito enmudecido por la agonía
lenta de la caída libre.
¿Quién te puede ayudar si ya cayendo estas? ¿Acaso no es demasiado tarde ya?
El que no tiene alas no puede escapar cuando cayendo esta. Lo único que puede salvar
al que cayendo esta es una caída rápida, que el fuego de los recuerdos no lo
torture mientras en caída suelta un grito de piedad, lanza mudo por que nadie
escuchando esta. Que calor tan infernal se siente en este frió abismo de caída mortal,
un frió que quema las entrañas de tanto gritar y recordar. Que Dios detenga este frió
abismo, jamas pedí nacer en esta vida inocua y sin sentido. Pagando el precio por la
blasfemia de amarte he de estar, por eso ni Dios mismo esta caída habrá de mitigar.
Acaso tu, que fuiste el ángel mas bello que en el cielo volaste, que el mismo Dios de
tus alas se adueño y por este mismo abismo ya pasaste ¿por qué no te detienes a ayudarme?
¿No lo sabes? responde el bello ángel sin alas. Por este oscuro abismo yo caí, y esa fue mi condena,
Ahora te toca a ti pagar por tu blasfemia, de amar a un ángel mas de lo que ella mereciera.