De a poco me acerqué mientras dormías,
a tenderle a tu piel una emboscada,
por sendas de caricias inventadas,
que buscan para arder tu compañía.
Me bebí beso a beso tu ambrosía,
aspiré tu perfume a bocanadas,
me quemé en el fulgor de tu mirada,
y otra vez, como anoche, te hice mía.
No sé por qué florecen las estrellas,
cada vez que visito tu regazo.
Tal vez porque en la gloria de tu abrazo,
se alumbra mi horizonte de centellas;
porque vuelves auroras mis ocasos,
o porque cada día estás más bella...