Tercera parte y final.-
Era viernes ese día, la algarabía nos tenía satisfechos, a penas fuimos despedidos por nuestra profesora nos dirigimos felices para gozar de nuestras vacaciones de invierno.
Felipe tomo su bolso y se fue directamente al campo donde vivía su abuela, había entre ellos una conexión única, un amor reciproco y no escatimaba aprovechar feriados largos o vacaciones para viajar a su encuentro.
Así fue; a pocos días de nuestro descanso, él salía caminar, a casar conejos con su fiel perro y dentro de sus labores hogareñas era recolectar leña para dejarle a su abuela mientras él estaba ausente.
Ese día salio temprano llevaba consigo un hacha pequeña para su propósito, se encaramo en un árbol y empezó a trozar las ramas. Una a otra cayeron sobre el suelo, dicen que cuando lo encontraron estaban todas regadas por la tierra, al parecer la que lo sostenía se trozo y cayeron ambos al vacío. No sé cuantos metros de altura, pero al llegar al piso su pecho fue atravesado por una rama que se quedó erguida.
No sé si agonizo demasiado.
Se que su perro, fue quien indicó el lugar donde lo encontraron sus familiares, quienes preocupados por su ausencia empezaron su búsqueda.
Insólito,
De camino a su velatorio Mauricio me dijo:
- ¿Me creerías si te digo que lo he visto? Me asusta lo que me está sucediendo.
- ¿Y si te digo que en el momento que agonizaba el estaba conmigo?
Nos quedamos en silencio.
Luís llegó de carrera tembloroso y asustado, rompió en llanto cuando le contamos lo nuestro por que a él también se le había aparecido.
Velatorio…
Algunos compañeros asistimos a su velatorio y otros solo se enteraron al regreso clases
Vestimos nuestro uniforme para darle despedida. Alrededor de su féretro sus amigos le hicimos escolta hasta el final del camino.
A fines de 1988 en nuestra graduación de la enseñanza básica nos regalaron una medalla de plata a cada uno, allá en su cama de flores en medio de su cruz colgamos la que le correspondía.
Psicosis colectiva o no… Eso se lo dejo a ustedes.