rodulfogonzalez

AJENAS

 

            No hay manjar más exquisito, bien mío, que las frutas tentadoras del cercado ajeno.

            El sabor del mango, esa fruta que crece silvestre en los montes que tú conoces y que yo conozco, es insuperable, cual la belleza del paisaje que nos obsequia Natura para recrear la vista y para sumirnos en la inmensidad de los ensueños.

            ¡Mango tropical, amarillo oro, o  morado nazareno, que he tomado del cercado ajeno para obsequiártelo como ofrenda floral nutricia!

            Níspero con la pulpa marrón suave que excita a la gula por rica, por provocativa, por su agradable sabor.

            Ni los dioses, bien mío, han probado o gustado este manjar que nos ofrenda Natura para que disfrutemos de sus delicias y nuestros labios permanezcan unidos, brevemente, con el pegamento que despide al disfrutarlo.

            Los he tomado para ti, bien mío, del cercado ajeno para multiplicar su ricura.

            Tus besos y los míos pertenecen al cercado ajeno.

            Y por eso son deliciosos, cual un hermoso sueño, cual el agua tomada en recipiente de barro cocido o cual el alba.