Alocadas carreras a la nada
persiguiendo inventadas utopías.
Gestos disimulando cobardías,
sueños producto de mentes afiebradas.
Conformismo, desidia, indiferencia,
todo es angustia, anhelo o impaciencia.
Y sin embargo todavía existe
el Arco Iris que atraviesa el cielo.
Aún el árbol con sus flores se reviste.
y arrulla todavía la paloma.
Todavía las nubes se desangran
cuando el sol hiere soberbio el occidente.
Todavía, bajo el cielo de verano,
el benteveo llama ardiente a su pareja.
Pían aún enloquecidos los gorriones,
emborrachan los tilos con su aroma.
La ciudad peina al viento su melena
de sauces, plátanos y paraísos,
y la adorna de blanco la magnolia,
las acacias la pintan de amarillo.
y el jacarandá baja del cielo
su pincelada mágica y azul .
Junto a esa maravilla, el hombre, ciego,
pasa sin verla, no mira, no contempla.
Y ni siquiera advierte, con su oído,
que el corazón que late es un lamento.
que la vida se va triste y vacía,
que tan sólo está viendo el día a día
y a la belleza se la lleva el viento,
sin siquiera haberse detenido
a verla, a gozarla, sin siquiera,
un momento en verdad, haber vivido.
Celina Vautier