De pronto el sol tuvo el brillo
del papel celofán
la luna se hizo lata de alma vacía
las estrellas migas lanzadas al pan
y su sonrisa una mueca
de muñeca
de porcelana fría.
De pronto sus ojos no eran cielos
su mirada no era sueño en terciopelo
sus idas y venidas
eran fraguas impacientes
y su permanencia en la fruta
sudor frío de hospital.
De pronto el mar era mancha
de revista peluquera
- recordaba su alma simple -
la oscuridad de su pelo
se tiñó de viento y humo
los caminos recorridos lagrimearon
y al dudar nos marcaron de reojo
palabras desgastadas
y se hicieron abejas sin miel.