He girado el timón de mi nave
porque así lo dicta el corazón,
aunque no lo entienda la razón
hube hacerlo ¡temporal suave!
Si la delicia ante mis ojos
¡día soleado y viento a favor!
tratándose del mar de amor,
es cuidarnos del cielo enojos.
Por ello, sin mayor esfuerzo
de la mente mi corazón
dijo ahora le giro al cierzo.
Y sin más, orientó el timón,
en indecisiones jamás inmerso,
al caro mundo de su ilusión.