Noche de duro espanto.
Hay dos calaveras blancas.
Jinete de las tinieblas quítate de mi jazmín blanco.
La piel de mi mano lo protegío y le dio consuelo a su llanto.
Mis brazos lo cobijaron y lo pusieron en una canasta de oro y de plata.
Probé el tallo verde que estaba quebrado.
Pespiré las gotas de la angustia terrenal de sus petalos bifurcados.
Lo llamé con la voz entera de mi canto desgarrado.
Pero la blancura cerro sus ojos de papel y cayo a la luna...
...con las alas ahogadas.
................................................................
Adolfo