rodulfogonzalez

CÁNTARO

 

                                                                                                               

                   Con mis ordinarias manos de alfarero antiguo, bien mío, construí el cántaro  donde purifico el agua que extraigo suavemente para ti del aljibe que me surte del vital líquido en la humilde covacha  donde vivo desde hace milenios, cansado ya de tanto ruido, de tanta vaciedad y de tanta indolencia.

                  Cerní con cedazos de variados calibres la arcilla que extraje de la garganta, rebelde e insumisa,  de la tierra del huerto donde siembro las plantas que al desarrollarse fructifican para proporcionarme el alimento nutricio que comparto contigo cuando me visitas cada centuria y las flores de diferentes coloridos y dimensiones que te obsequio para que goces de su perfume y luzcan orondas en tu cabellera de cascada.

         Tú eres el cántaro, bien mío, que alimentas mis resecos labios sólo con las huellas indelebles de los tuyos que quedan en su arcilla cuando lo colocas  en tu boca, que yo no limpio para sentirte siempre en mi covacha, aunque estés a millones de leguas de distancia.

         Amo a ese cántaro, bien mío, porque en él está la humedad deseante y sensual de tus labios.

         ¡Cantaro prodigioso, bien mío, que nunca se romperá porque lo construí con imperecedera arcilla de amor!