Delalma

LOCURA DE AMOR

 

Se desató en mi mente esa pesadilla loca de amar nuevamente, sintiéndome joven otra vez, me puse la chaqueta y salí en busca del amor y la aventura. Recuerdo que caminaba sin saber a dónde ir, cuando de pronto sentí tu aliento fresco como la menta a la altura de mi cuello, fue tan intenso el olor a ti que casi pierdo el conocimiento,  tus bellos ojos color miel, risueños me miraban; atrapando en el recuerdo de tu aroma y de tus ojos, sentí una vez más tu brazo tomándome por la cintura, me detuve allí, a mitad de la calle; y te vi tan sonriente y feliz a mi lado que me olvidé del mundo, de todo cuanto me rodeaba.

A que no adivinas lo que pasó!!! Me puse a charlar contigo y me dejé llevar por ese inmenso mar lleno de emociones cuando estuvimos juntos. Sin darme cuenta yo, me había sentado en el asfalto creyendo que estaba contigo en el parque aquel al cual solíamos ir juntos. Todo era una alfombra verde llena de flores y tú, tú riendo como siempre con esa risa loca que me embriagaba de amor y de ternura… tomé tu manos y besé tu boca, como antes; como cuando juntos mirábamos el resplandor de la luna y decíamos que ella estaba condenada a alumbrar nuestro gran amor y a sentir envidia de este sentimiento tan puro que nos unía a los dos.

Escuché el ulular de sirenas y pensé que ellas provenían del mar, de la voz de aquellas encantadas criaturas que cantaban para nosotros. Tú me decías que yo era un loco y que mejor me callara para poder escuchar bien, yo no quería callarme y terco como siempre te repetía cada vez más alto que te amaba… pero tú con esos labios tan dulces sellabas mi boca entregándome tu corazón en cada beso.

Las luciérnagas se hicieron  presentes, y también los grillos. Las luciérnagas eran gigantescas y alumbraban todo el jardín en el cual tú  te hallabas sentada, a ratos tu risa desaparecía para luego volver a aparecer y con más fuerza, tanto que ya herían mis oídos; y esos grillos, no guardaban la armonía de otros tiempos, sus gritos eran desafinados y cada vez sonaban con más desorden, también, cada vez más intensos. Entonces a mitad de mi alegría empecé a preocuparme… fue en aquel momento que cuando quise tocar tus manos con las mías, las sentí frías, ásperas… ¿qué había pasado con la suavidad de tus manos? Si hacía apenas unos minutos… y quise besarte, y me fui de bruces sobre el pavimento…

-¿Se encuentra bien señor? (alguien me tenía cogido del brazo y me levantaba). Yo estaba como en trance y con la mirada perdida te busqué por todos lados, inclusive, hasta pregunté por ti.

Fue entonces cuando me di cuenta que a mi alrededor había gente murmurando, una ambulancia estacionada y los faros de los carros alumbrándome.

-¡Si estoy bien, no se preocupe. Gracias! Solté mi brazo y me fui a sentar a una banca del parque, saqué mi licorera de bolsillo, un paquete de cigarrillos y me senté a recordar, sorbo a sorbo y haciendo rosquillas de humo, esa locura de amor.

 

Delalma

24/06/2013 09:38 p.m.