Ese sonido de las hojas chocando,
del aire encrespado entre cada inerte ser
que se mueve al vaivén del aire,
esperando por el agua, por el sol y por el aire
Por el aire que se vuelva a encrespar en sus hojas, en su tallo;
silbando la melodía de los dioses de nuestros antepasados,
para que un hombre camine entre los campos de maíz.
Te doy el viento,
te doy el oro de la tierra y sublime dolorosa existencia de los hombres
que se unan con la eternidad y lo sagrado de la vida
de un maíz...