Bueno, está inspiración, como sabes,
tiene sus raíces en ti.
No hablaré de tu pelo ni de tus labios,
no me detendré en tu dulce mirar
ni en tus suspiros que evocan
el cierzo salobre del mar.
Poco diré de esa cadencia
que eleva tus senos al respirar
y me negaré a hablar mucho
de tu piel de nácar sabor a sal.
Haré lo posible por no detenerme
a recordar tus huellas sobre la arena
ni del impacto de tu sonrisa
cubriendo de paz mis horas de mal.
Intentaré callar aquella manía
de sembrarme flores en el jardín,
de levantarte por las mañanas
rociándome el néctar de algún jazmín.
Esta inspiración, ya sabes nace de ti;
pero yo no quiero hablar así,
ni trivial ni extraordinario
o pretensiosamente original;
porque no hay palabra comparable
y sería insensato, alma mía,
verse de ti, luz de mi vida,
con estos escasos dones de poesía,
intentando explicar lo inexplicable,
el gran misterio de nuestra unidad,
este amor y su fuente, nuestra verdad.