Tengo amor albañil que levanta palacios
con tu sangre de madera,
y recorta en la soledad solitaria
un arco de cielo en tu frente estrellada.
Mis manos son de aserrín para tu cuerpo
de alpaca, tengo agua de mi fuente
para tu sed sedienta. Hábil te cedo dones
terrenales, en ti cosecho jazmines mudos
y magnolias calladas.
Hay un taller en mi alma, de sabiduría
pequeña y ansias de montañas.
Por la ciudad iré y los campos y el océano,
buscando para ti elementos necesarios.
No podrán negar el diestro artesano
que con nada hizo poco y en su alma
lo agrandó. A mi obra perteneces,
mis dedos trémulos imaginaron tus días
de luz soñadora y nostalgia milenaria.