(Managua, 26 de Junio de 2013)
¡Cuánto la amé!
¡No te imaginas cuánto!
Han pasado tantos años y su recuerdo aún me duele.
A veces creo que debería dejar de escribir,
porque en cada palabra, en cada línea, la creo
y vuelve a nacer para mi mente, para mi cuerpo, para mi alma.
¡Cuánto la amé!
¡No te imaginas cuánto!
Estos surcos áridos de mi alma no han recibido rocío,
Ni agua, ni viento, ni sol.
Están sedientos de ella, están hambrientos de ella.
Quieren recibir su amor,
Llenarse con la semilla de sus palabras.
Con el sol de su mirada y el calor de sus brazos,
Con su aliento fresco se quieren llenar.
Estos surcos áridos de mi alma la siguen amando
Y siguen heridos por su partida.
¡No te imaginas cuánto!
¡Cuánto la amé!
¡No te imaginas cuánto!
Han pasado tantos años y su recuerdo aún me duele.