rodulfogonzalez

SUSANITA

 

            Bendita sea, bien mío,  la inspiración del músico que compuso la canción “Susanita”, que he oído mil veces o más y cada vez que la oigo aleja de mi espíritu amortajado la tristeza y coloca en su lugar la alegría, arroja a distancias ilimites la pesadumbre que carcome cada átomo de mi existencia sin propósito y la sustituye por una inmensa felicidad y a cambio de las penumbras que no me dejan mirar el camino, coloca  la brillantez de los rayos del sol.

            Desde hace un milenio, bien mío, la canción “Susanita”, con su rítmico acento y la dulzura de cada una de sus notas, ha llenado con su mensaje armónico mis necesidades musicales, brindándome la relajación que requiere mi alma adolorida para tranquilizarse.

            ¿Quién escribiría, bien mío, esa canción que doblega a mis caballos desbocados, por más rápido que cabalguen, reduce a paz celestial la tormenta de la depresión que me acerca a la parca y me aleja de la vida y transmuta en débil arroyuelo al caudaloso río que circula por mis venas?

            Loto fascinante en el Egipto faraónico.

            Lirio  subyugante en la desaparecida Persia.

            Alegría, brillantez y felicidad entre los hebreos.

            Virgen y mártir que prefirió la muerte antes que rendirle pleitesía al Dios Júpiter.

            Tiene Susanita, bien mío, abolengo mítico e histórico.

            Sería, Susanita, bien mío, la última canción que me gustaría escuchar al final de mi vida.