Cuando el desaliento anquilose cruel
mis pisadas y arroje mis rodillas
hacia el polvo sombrío del camino,
que no me falte tu aliento, que no me falte.
Cuando mis brazos débiles y mustios
se deslicen rendidos en mis flancos
temerosos de arbolar el mañana,
que no me falte tu aliento, que no me falte.
Cuando mi parpadeo se doblegue
y no vea la luz en lontananza
citando la senda hacia el horizonte,
que no me falte tu aliento, que no me falte.
Cuando el tono festivo de mi voz
se desfigure y cubra mi garganta
de sollozo angustiado y de dolor,
que no me falte tu aliento, que no me falte.
Que no me falte, ver, que no me falte
que no voy por la vida solitaria,
que estás muy cerca ciñendo mis pasos,
que tu aliento es brío, que me animas, que me alzas
me impulsas y agrandas. Quiero escuchar
tu exhorto bendito, cuando a mi oído
tú vas diciendo fuerte y decidido:
¡Párate y sigue! y yo sigo…y no me falta...