Somos del mar, amor, somos del mar. Cerremos los ojos y vivamos ahogando la sombra de la lluvia...
No hay tristeza más grande que aquella que se deja dentro de la felicidad...
Lo que pasa es que no concibo que el amor se siente a mi lado, me lea un libro y me dé un beso de buenas noches...Así me siento, como la pequeña que es arropada por su abuela. Y no voy a decir que la vieja se convierte después en lobo, los lobos siempre me han caído bien...
Esto pretende convertirse en un simulacro de poesía, hace días que no sé nada de ella, se ha quedado escondida en una maleta, haciendo dedo a los desocupados que como yo, le dediquen más esfuerzo de soga en cuello, más venas desparramadas por el sol, más lluvia mojando el portón de la infancia...
Pero la poesía, queridos amigos, es una sinverguenza. Me sabe amando y decide tomar pastillas, quedarse en coma dentro de mi cama, como si yo fuera a rezarle, a pedirle que vuelva, o en el peor de los casos, a quitarle el oxígeno para que de una buena vez, se vaya. Y nos deje tranquilos con la normalidad de estar vivos en un ataúd de bolsillo..
La poesía se hizo una niña berrinchuda...Al espejo le redimió su pictograma y quiere hacerme creer que dentro de cada reflejo, solo estaba yo escribiendo de almas perdidas dentro de mi purgatorio. Radiografía de símbolos para perdernos en su camino.
Simplemente, a ella, no le gusta que ame, no le gusta que mi vida tengo una vela en su mano. Todo el fuego de las farolas, ella las había colocado en el horizonte de un país sin ausencias, con extraños bebiendo té mientras hablaban del amor como una palabra en verso glorificado y no como esto que nos hurta del vivir, el pacto que hicimos con el tiempo y el ilegítimo espacio -cuerpos lejanos atados del pecho y sangrando el día de la alianza-
Y bueno, solo quería decirlo, contarles que la poesía, ahora vive conmigo...