Víctor Callirgos

¡Oh, Rey del Amor!

Me diste alas, me hiciste fuerte;

aguzaste mi mirada, hiciste transparente

lo arcano escondido en todo lo existente

y comprendí la vida más allá de la muerte.

 

Entendí entonces que te debía amar

con todas mis fuerzas oh, Rey del Amor;

mi corazón se abriría como una flor

y en él ardería tu fuego, ¡eterno altar!

 

Al hacerlo así, oh, Verbo Divino,

tu alado espíritu se posó en mí

llenando mi ser de celeste vino.

 

Y volé candoroso como un colibrí

anunciando al orbe tan grande sino,

¡arder Tú en todos, como ardes en mí!