La candidez de las palabras
de tus labios trae la brisa;
en mi vivir la lealtad labras,
tus manos palpan indecisas.
Ya tu mirada no la encuentro
en momentos dulces o amargos,
si la daga lacera adentro
o me rindo en dulces letargos.
Tu guardián, yo tu lazarillo;
tu dueño, yo tu eterno amigo;
tu amparo, yo tu cabestrillo;
sin luz tus ojos, yo testigo.