han-jael

La ultima muerte

 

 

La despedida... que triste.

Para alguien que quiere,

siempre habrá quien lo ame demasiado;

y a mi me toco estar de este lado.

 

Tu partida mas a ti me ha enganchado

y a mi corazón dejó varado

en el muelle de tu ausencia.

 

Amaste y dijiste adiós.

No me permitiste dormir sobre tu pecho

y poder oírte el corazón.

 

Nunca supe de tus miedos,

pues de hablarme de ellos

no tuviste el valor,

o tal vez el interés...

quizá eras una persona sin sencillez

que no conocía la humildad.

 

Yo adoraba morir en tu piel

y de ese modo ser uno mismo:

la máxima expresión del placer.

Todo cambio

cuando cambiaste tú de repente...

 

acaso por darte el corazón supusiste

que me puse a tu disposición

pudiendo hacer conmigo lo que quisieras,

lo que quisiste, lo que querías?

 

Tanto te ame yo

que te instaure un santuario en mi corazón

en el que te adoré

como a un dios

 

y te asumiste uno,

alejándote de mí tu vanidad

y te llenaste de soberbia

sintiéndote inmortal.

 

Yo no sé si pudiste olvidar los días,

los besos, la miradas;

porque yo llevo tus palabras

en la mente bien grabadas

resistiéndome a pensar que blasfemabas

 

haciendo del amor una travesura

que me hizo ciegamente feliz

al vivir contigo esta aventura

que me aferró en el sin razón de tus desdenes

 

y desplantes que justifiqué

por tener fe de que volverías a ser el de antes,

el que yo moría por ver

los primeros días de este idilio.

 

Ya nada tiene sentido

porque te has ido

sin motivo,

sin adiós, sin avisos.

 

Hoy recuerdo las veces que morí en tu piel...

nadie sabe realmente cuando ha de morir...

solo sé que esta despedida

significa para mi... la ultima muerte.