Allá bajo el follaje del sauce,
sobre la fresca arena, tú y yo,
solos, abrazados, besándonos
el alma con los ojos, callados.
El murmullo de las hojas
mecidas por la brisa,
cubrían los suaves quejidos
de nuestras amantes caricias,
latíamos hecho uno, desnudos
a los ojos de la vida. Todo reía.
Yo era tu mágico poema,
tú, mi exquisita poesía;
era el cielo unido a la tierra
con el báculo de su justicia.
Entonces descubrí asombrado
el misterio de la vida;
usaba nuestros deseos
para perpetuarse ella misma.