Hija del Sol

SU PRIMERA VEZ (Relato)

 

Llegó al lugar donde sus padres trabajaban, una tarde después de salir de la universidad. Contaba apenas ella con 16 años de edad, la segunda de tres hermanos, se iniciaba en estudios de ingeniería; era obediente, tímida, soñadora, entusiasta, cariñosa y muy linda, como todas las chicas de su edad y un gran orgullo para sus padres, pues era la primera en pisar suelo universitario, prometía ya a tan corta edad un éxito total.


Al llegar saludó a todos los trabajadores que estaban bajo el cargo de sus padres, su papá era gerente general de la compañía que llevaban al frente y su madre, la encargada del local. Ese día llegó sin avisar, el coordinador de las sucursales a nivel nacional e internacional, era un hombre de 35 años de edad, muy educado, inteligente y amable. Obviamente, su entrada al local atraía la mirada y el cuchicheo de todos…


El padre de Luisa María, presentó a Eduardo, quien venía de visita y a supervisar un poco el trabajo y traía además varias propuestas, lo que prolongaría su permanencia en Venezuela por varios días o semanas…


Luisa María, quien desde siempre se veía atraída por hombres mayores de edad, quizá por su madurez temprana, observaba cómo Eduardo amablemente se daba a conocer y, cuando llegó el momento de estrecharse ambos las manos, una conexión inusual se dio entre los dos, miradas ardientes… penetrantes… con un código particular que sólo ellos dos supieron entender y sentir… Esa tarde, ella jamás se imaginó que las vibraciones en su ser comenzarían como nunca antes.


Desde ese momento Luisa María no dejaba de observarlo, su mirada estaba ya conectada a todo lo que Eduardo hacía y decía y su admiración por él germinaba como el césped de un jardín. Así pasaron los días, ella camino a la universidad todas las mañanas y en las tardes rumbo al trabajo de sus padres en donde ahí Eduardo, trabajando con ellos se encontraba; conversaban poco, se saludaban y ella todos los días soñaba con esa mirada que la electrificaba, con la cautivadora sonrisa de caballero de cuentos de hadas y con ese estrechón de manos que él siempre le daba al saludarla, era todo un señor.


Eduardo era un hombre tan atractivo que hasta la madre de Luisa María un día le comentó que él era un señor muy agradable y una buena opción para cualquier mujer, de hecho ya era casado. Su inteligencia y manera de hablar cautivaban muchísimo.


Al cabo de una semana y terminado el trabajo que venía a hacer Eduardo, se fue sin despedirse de ella, no tenía por qué hacerlo ¿verdad?


Luisa María se quedó embriagada de tan gentil e inteligente caballero que había conocido y soñaba con él, sus sueños traspasaban fronteras e iban de lo permitido a lo prohibido y hasta el cielo del pecado ella lo descubría. Luisa María vivía así, de sueño en sueño…


Al cabo de un tiempo regresó Eduardo, siempre iba y venía, porque así era su trabajo. Ya de hacerse más agradable el trato con sus padres, esa tarde cuando ella regresó de la universidad, él estaba ahí y al verla llegar, se dio de nuevo el encuentro, miradas que hablaban y se iluminaban al verse el uno y el otro, la línea de la sonrisa en sus rostros se dibujó de inmediato y sus pieles se saludaron, sabían ellas mismas lo que se decían… Un saludo en una voz que era una armonía acompasada para los oídos de Luisa María: “Buenas tardes señorita, ¿cómo está usted?” casi la pone a bailar, entre titubeos emocionados ella respondió: “Buenas tardes Sr. Eduardo, muy bien y ¿usted?” a punto de desmayo concluyó su saludo. Era algo que ella no sabía por qué le sucedía, no entendía y no podía controlar. Una emoción inmensa sintió al verlo ese día.


Ya terminando la jornada laboral de un viernes, los adultos decidieron ir a compartir un rato en una tasca cercana al lugar. Era un ambiente muy acogedor, música divina para bailar, cocteles exquisitos, luz tenue y, papá, mamá, Eduardo y Luisa María, eran los que estaban ahí. De pronto él le extiende su mano para sacarla a bailar, Luisa María ve a su madre y ella le dice, “anda hija ve a bailar con Eduardo” fue la frase que la sentenció, porque a los brazos de él la entregó…


En medio de las dulces melodías, ya ambos no se contenían, Eduardo le dijo “sabes que eres muy hermosa, cualquier hombre se sentiría feliz de estar contigo” ella le respondió con una mirada tímida y una temerosa sonrisa, no sabía qué hacer, era la primera vez que se sentía mujer, sus primeras sensaciones y emociones frente a un hombre que ya trayectoria de vida tenía; él le acariciaba los brazos, la espalda, se le acercaba al cuello y la susurraba, el calor de su respiración la tenía descontrolada… Luisa María en medio de su inexperta juventud se dejaba llevar, pero los miedos la frenaban, sabía que era un hombre muy mayor, le llevaba casi 20 años  y por encima de todo era casado,  cualquier cosa posible de imaginarse con él, atentaría contra las normas y valores que sus padres le habían enseñado. Eduardo, sabiendo lo que ella sentía y muy atraído por Luisa María, le dijo “quiero hacerte sentir mujer” esas palabras ella jamás las entendió en ese momento y así fue, él la hacía sentirse desde ya “mujer”, una mujer muy deseada, a tan corta edad ella se sintió enamorada... de lo prohibido y lo pecaminoso.


De regreso a casa ya de madrugada, ella iba en el carro de sus padres atrás con él y la acariciaba… ella se dejaba… fue una experiencia única de aquella jovencita que apenas se iniciaba en la vida y nada más pasó; Eduardo viajó de nuevo, se fue y nunca más lo vio, sólo ella vivió lo que se le presentó y en su recuerdo por siempre… Eduardo, un hombre de 35 años y Luisa Elena una joven de 16 cuya historia nunca concluyó.