Cada momento se me hace tan extenso,
mi soledad se presenta desafiante,
el silencio es frío y tajante,
como tu recuerdo en mi memoria
y en mi alma, punzante.
En el sosegado céfiro,
yo te respiro en este instante,
a escondidas, entre las sombras
que vienen y van por delante,
yo me bebo tu aliento
y me sumerjo en tus ojos brillantes.
Todos los que de mi hablan y se ríen
con una risa delirante,
no saben que estás aquí conmigo
y que te atesoro como a un diamante,
que suspiras en mi pecho
que para ti como rosa se abre.
Nadie escucha tus susurros
apasionados y excitantes,
que recorren mi cuerpo,
solo yo y las estrellas distantes,
cómplices de este momento
tan íntimo y perdurable.
De los que transitan en la calle,
ajenos, lejanos del amor deseable,
nada, nada saben,
de que te tengo aquí en mis labios,
enlazado a mi talle
y palpitando en mi carne.
Que me enloquece tu mirada,
que tu corazón junto al mío late,
que se cuelgan tus besos a mi boca,
con exquisitez envidiable,
que me amas con locura
mientras afuera se presenta la tarde.
Amor mío, delicia de mi alma,
mira como dentro de mi pecho lates,
clamo para que la mañana se retarde
y el reloj se detenga
para que de aquí no te marches…
Y me ames, hasta de mi amor saciarte.
Vida mía, nadie sabe que te tengo, que estás…
Ni tú amado mío ausente lo sabes,
solo yo, mi soledad y el silencio,
en esta noche de junio larga
que se anida en mis brazos,
robándome el aire.
Liel