Como no recordar el aliento de esa mujer, su mirada, su andar, el color de su cabello, y la suavidad de sus labios carmesí, cómo no recordarla si me marco la vida con su pasión y su lejanía que acaricia. El tiempo y sus juegos nos destrozaron, no, ella y yo nos matamos a diario siendo ambas cobardes con la distancia y amantes de breves encuentros, fue tan fugaz y eterno, fue tan mía, fui tan suya, valla, cuanto la recuerdo.
Pero no basta la vida para quererla, no me es suficiente mi fuerza para alcanzarla, no, no, no, nuestro amor se cubrió de no, y se perdió, y se acabo aunque sigue vivo, nuestro amor es y no es, esta sin estar, muere sin morir, meramente no tiene principio ni tampoco un final. La última vez que le vi, le bese el alma, acaricie sus pies, estuve tan cerca de robar su corazón pero tenía otros planes, tenía otro camino en el que no encajaba este amor, te contare como pasó.
Era una tarde muy pesada, de esas tardes en las que el clima no te sienta bien pero tienes que seguir, el mundo sigue girando aunque tú te sientas morir, esa clase de tarde era, no, no paso en país muy, muy lejano, o un reino encantado era la misma ciudad que me vio crecer, las mismas personas, los mismos escenarios, era yo viviendo mi día a día. Y ocurrió, una llamada, una voz, y dijo; iré a tu ciudad ¿Crees que podre verte? Por supuesto, era la princesa que después de mucho viajar y conocer personas quería volver a verme, lo pensé mucho, creo que un cuarto de segundo para ser exacta y le dije, si. Esa era yo, quien siempre decía si, teníamos una promesa, amigas por siempre, dos princesas tratando de seguir, por supuesto esto es cuento breve y me limitare a decir que nuestro pasado, pesaba bastante y queríamos dejarlo atrás, no más accidentes, ella tenía a un príncipe, yo tenía, yo tenía, tenía el deseo de verla feliz, y acepte, seré tu amiga por siempre.
Llego el día, estaba nerviosa, las manos me sudaban, la gente me veía y se preguntaba ¿Qué le pasa a esta princesa? Y yo solo sonreía, no a ellos, a ella, a la espera de ella, y de pronto me decía a mí misma, “mi misma amigas por siempre”. Y llego el anuncio, mi princesa estaba ya en mi ciudad, la gente dejo de ser la misma gente, el escenario ya no era el mismo, mi día a día se transformó en un “erase una vez” y salí corriendo a recibirla, al mirarla lo entendí, era ella, siempre fue ella la amaba desde siempre, pero tenía que cumplir, tanto amor me obligaba a cumplir mi promesa, amiga, bienvenida amiga mía, y pasó, como siempre, paso que descubrimos que a pesar de tanta gente y tanta distancia solo había pasado tiempo… Tiempo
La invite a pasar a mi casa, que no es un castillo, pero está vigilado por una bruja que se vuelve dragón de pronto siempre que la ve, si, es mi madre y como toda madre no se explica las historias en las que las princesas se enamoran de otras princesas, es buena, por lo menos la mayor parte del tiempo, pero el caballero que no lleva armadura, el caballero que porta una sortija y al que llamo padre, nos libro de la furia de mi madre, ¡Ho si! ¿Qué se supone que hagan dos mujeres enamoradas solas en una sala? Hablamos, cinco minutos tal vez, tonteamos, fingimos y después aceptamos, era demasiado para oponerse, el deseo era tanto que me beso ¿O la bese?
Surgió entonces como en toda historia de amor una sensación de poder volar mi cuerpo era tan liviano que flotaba al compás de su aliento, la bese tan profundo que me correspondió llenándome de vida a cada segundo. Recuerdo sus suaves manos recorriendo mi cuerpo, la pasión que desbordaba el calor de su cuerpo, si, hicimos el amor una vez más.
Me gustaba sentir su humedad en mi mano mientras la penetraba y la firmeza de sus pezones cuando la besaba, el vaivén de su cadera y sus suaves gemidos, tan cerca, tan mía. Me encanta recordarme recorriendo todo su cuerpo aprisionando su aroma, su escancia en mis labios, y grabando en mis oídos su voz pidiendo más. Y ni que decir de sus manos traviesas, de ese cambio de roles de princesa indefensa a reina, tocándome, no podía dejar de tocarme, el nervio al descubrirla explorándome, bajar, su lengua en mis senos, mi vientre, entre mis piernas lamiendo mi sexo, tomando el control volviéndome suya, marcándome el ritmo con cada latido del corazón. Fue como en un cuento.
Pero al final del día entre silencios nos despedimos como siempre, nos dimos un último beso, quería gritar no te vayas, y a la vez esperaba que lo supiera, ¿Cómo puedes decir adiós después de tanto amor? Estábamos tan acostumbradas a las despedidas que ya no había lamentos, y termino, fue tan fugaz igual que todos nuestros encuentros, y no hubo un felices por siempre, solo existió ese breve momento.
Y colorín colorado este cuento se ha terminado, no, este cuento aun no ha acabado. Pese a lo que pienses, te amo y me amas y las personas con las que disfrazas nuestro amor sobraran, lo sé, sucederé algún día entre tus líneas y serás mi princesa y seré tu princesa y seremos un cuento de hadas con un final feliz.